viernes, 17 de octubre de 2008

DIAGUITAS

Así como el huarpe dominó toda la zona meridional de San Juan, ya sea como tribu o raza autóctona, ya como derivado de la raza araucana ó simplemente como alguna otra emigración de Chile, la parte norte de San Juan pertenece a la cultura Diaguita, y su influencia penetró bien en todo el territorio. Muchas de las costumbres adelantadas de los huarpes, eran contagios de la vecindad de estos.
Mucho tiempo se ha discutido el derecho de los indígenas sanjuaninos a considerarse como una rama que perteneciera a los diaguitas, mal llamados calchaquíes. No obstante este es el tiempo en que no cabe duda legítima sobre su presencia en tales regiones.

Las ruinas de Calingasta son una prueba de la presencia de estas tribus mas adelantadas. Las excavaciones han puesto en relieve restos de edificaciones pétreas y piezas de alfarería de tal calidad que nadie puede atribuirlas al primitivismo de los huarpes. Por lo demás, cráneos hallados en número abundante y en lugares distintos de la provincia, hacen evidente y sin disputa, que los diaguitas o al menos algunas de sus tribus, tuvieron asiento permanente en la Provincia de San Juan. Este era, por lo tanto, el límite austral de su dominación.
Estos Diaguitas que representan un tipo de cultura más adelantado que el de los huarpes y araucanos, asimilaron sus costumbres en materia de comida al de los otros indígenas de la zona. Es que el alimento estaba regido más que por el cultivo artificial, por las existencias naturales, de modo que sin deponer sus diferencias raciales, todos debían acudir a la misma fuente de alimentación, dada por los vegetales principalmente por el algarrobo, y por los animales, en especial el guanaco. Es cierto que estos indígenas aprendieron muy pronto de los españoles a cultivar el suelo comenzando por asaltar los sembradíos de los colonos para luego imitarlos en su manera de sembrar y cosechar.

La vivienda era generalmente sobre una base de piedra, pircas, que llegaba aproximadamente a la altura de un hombre, siendo coronada por adobes hasta un metro mas arriba y finalizando un techo de ramas y cuero.
Se dejaban crecer el pelo, sin que fuera permitido, por el buen gusto, cortarlo. En el Norte la cabellera servía para efectuar complicados adornos con el uso de un peine especial y este atuendo capilar se limitaba al uso de trenzas atadas con cueros.


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